A lo largo de la serie de entradas que he dedicado a la obra de Pierre Hadot La ciudadela interior1, he tratado de poner de relieve los aspectos fundamentales del estoicismo, de la mano de las Meditaciones2 de Marco Aurelio. Llegados al final de esta singladura, me propongo hacer una serie de consideraciones, poniendo especial énfasis en la enseñanza que, para nuestra situación existencial presente, podemos extraer de la obra de Marco Aurelio.
El hombre y lo común
Es ya un lugar común caracterizar nuestra época histórica, como una era de globalización. Este fenómeno, que es especialmente acentuado en su vertiente económica, no deja de repercutir en el ámbito cultural, entendido este en un sentido amplio. La globalización, en su sentido cultural, posibilita en principio un mayor conocimiento de países, gentes y culturas diferentes de la nuestra. Sin embargo, esa tendencia coexiste con el creciente vigor de identidades colectivas particulares, que sobre la base de rasgos raciales, de género, o de otro tipo, sirven de plataforma para la reivindicación de derechos o la denuncia de agravios. En estas reivindicaciones, no es la persona en cuanto ciudadano quien levanta la voz, sino la persona en cuanto miembro de un colectivo particular con una identidad determinada, que se define por diferencia con el resto de ciudadanos.
A su vez, y por debajo de estas identidades colectivas, los hombres y mujeres del presente asisten a un crecimiento del individualismo, que es especialmente útil a una sociedad de consumo como la nuestra.
A los tres fenómenos señalados (globalización, teorías de la identidad e individualismo), corresponderían tres prototipos de persona. El hombre como ciudadano universal; el hombre como miembro de un colectivo identitario; y el hombre como individuo solipsista, respectivamente.
Cada uno de los prototipos señalados presenta una identidad ambivalente con aspectos positivos y negativos. La noción de individuo, tan característica de Occidente, no sólo subyace al fenómeno del individualismo, sino que también es y ha sido fuente de reconocimiento de derechos y logros frente a concepciones totalitarias. La identidad de un colectivo, no sólo puede ser utilizada como arma de exclusión frente a otros colectivos, sino que es y ha sido herramienta de reivindicación legítima y pacífica de derechos de las personas. Finalmente el ciudadano universal propio de una era de globalización como la nuestra, no tiene por qué ser sólo un turista que ha viajado mucho, o alguien que compra productos provenientes de los sitios más remotos, sino que también puede ser una persona abierta a comprender los problemas y realidades distantes en el espacio.
¿Qué aporta en este contexto que acabo de esbozar, el estoicismo?. El estoicismo supone la revalorización de lo común que subyace en todos los seres humanos. Cada ser humano participa del logos que está por encima de cualquier diferencia de raza, sexo, género, nacionalidad, o ideología. Esta noción posibilita poder hablar del hombre como sujeto universal de derechos y deberes, más allá de cualquier rasgo diferencial.
Lo común del hombre y el cosmos
El logos no solo es lo común de que participan todos los hombres, sino que también el cosmos participa de ese principio ordenador y, por tanto, esta noción estoica implica la mutua dependencia de hombre y cosmos.
Esta noción estoica tiene, a mi modo de ver, dos implicaciones en la actualidad. Por un lado entronca claramente con la problemática medioambiental actual, al acentuar la dependencia del cosmos respecto al hombre, y viceversa. Es decir, acentúa la idea del hombre como parte de un todo. El hombre ya no es un sujeto que domina un objeto (cosmos, naturaleza), sino que ambos tienen la condición de sujeto y objeto a la vez, estando sus destinos entrelazados.
Por otro lado, la idea del hombre como parte del todo que es el cosmos y con el que comparte el logos, quiebra la idea de individuo del individualismo contemporáneo. El hombre solipsista, egoísta y egocéntrico, debe enfrentarse a la realidad de su vulnerabilidad y su dependencia respecto a lo otro que no es él.
Estoicismo y autoayuda
A pesar de lo dicho hasta ahora, es un hecho que en parte, la actualidad del estoicismo en el mundo editorial y en los medios sociales, tiene más que ver con el uso de sus máximas en contextos de autoayuda y management. Muchos parecen ver en las ideas estoicas un repertorio de herramientas para conducirse por la vida alcanzando cotas mayores de productividad profesional mediante la ejercitación de una cierta invulnerabilidad que se derivaría de los consejos estoicos.
Es indudable que la enseñanza estoica de la disciplina de la acción y el consentimiento, apuntan a formar un carácter del hombre no vulnerable ante las adversidades de la vida que no dependen de él, pero cuando dichos principios se realizan descontextualizados de la noción clave del logos estoico, desequilibran la enseñanza estoica acentuando un aspecto a costa del otro.
La pregunta pertinente es: ¿por qué ese acento en la invulnerabilidad estoica, y no así en la noción del hombre como parte de un todo?. Quizás esto último va demasiado contracorriente de la mentalidad presente, y del sistema de valores hegemónico.
Esta visión sesgada del estoicismo, es especialmente injusta, si se tiene en cuenta la cantidad de veces que Marco Aurelio, por ejemplo, se refiere en sus Meditaciones a la idea de que el altruismo ha de orientar la acción del hombre. Recordemos a modo de ilustración la siguiente:
Al igual que tú mismo eres un miembro complementario del sistema social, así también toda tu actividad se complemento de la vida social. Por consiguiente, toda actividad tuya que no se relacione, de cerca o de lejos, con el fin común, trastorna la vida y no permite que exista unidad, y es revolucionaria, de igual modo que en el pueblo el que retira su aportación personal a la armonía común. (IX, 23)
Otras filosofías con un claro componente universalista y altruista, como el hinduismo, son actualmente también objeto de interpretaciones sesgadas, en las que se adopta el elemento individualista susceptible de adaptar a nuestros esquemas de pensamiento.
La naturaleza de la filosofía
Lejos de la filosofía, entendida como disciplina doxográfica y académica, dominante hoy en el ámbito de la Universidad, el estoicismo es un ejemplo de filosofía viva, filosofía perenne, con claras semejanzas con las sabidurías tradicionales de occidente y de oriente. Lejos de proponer un conjunto de doctrina teórica, el estoicismo (y las Meditaciones de Marco Aurelio ilustran este aspecto) es, como señala Pierre Hadot, un ejercicio espiritual. Un ejercicio, y no tanto una doctrina. Un ejercicio sobre uno mismo, que en la mejor tradición socrática busca el conocimiento de sí, como herramienta para el dominio y creación de una mejor versión sí mismo.
Esta dimensión, que se encuentra presente desde el mismo nacimiento de la filosofía, ha sido hoy en día olvidada a pesar de los modestos intentos de su revitalización, y ello explica, al menos en parte, su asunción por parte de otras disciplinas en el ámbito de la psicología y la pedagogía, cuyo contenido viene a sustituir a la filosofía. Quizás la crisis de la filosofía en la sociedad actual, y en particular en el sistema educativo, tenga algo que ver con la pérdida de esta dimensión que los estoicos tuvieron siempre presente.







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